31 de octubre de 2008

Homenaje a Octavio Paz

El día jueves 30 de octubre, el Instituto Matamorense Para la Cultura y las Artes (IMACULTA) y el Parque Olímpico, dirigidos por la Sra. Elba Macluf Lajud y la Lic. Hilda Corina Ramírez García respectivamente, presentaron un emotivo programa en homenaje al maestro Octavio Paz. El homenaje, conducido magistralmente por la Lic. Elvira Meade López, consistió en la elaboración de un altar de muertos e invitaron al Ateneo Literario José Arrese para realizar lectura de calaveras dedicadas al gran poeta y ensayista mexicano acaecido en 1998. Los textos literarios fueron presentados por Rosy Cisneros Blancas, Ruth Martínez Meraz, Gustavo Farías, César Osvaldo Hernández Ramírez e Ismael Rubio Torres, coordinados por Ramiro Rodríguez, presidente del grupo de escritores mencionado arriba, quien agregó información sobre el significado de las calaveras, los altares de muertos y algunos datos relevantes sobre la vida y obra de Octavio Paz. Además de la lectura de calaveras y textos dedicados a la memoria del Nobel de Literatura, se presentó un número de danza tradicional de la región huasteca en alusión a los muertos y se invitó a la concurrencia a degustar tamales y mole veracruzanos, alimentos típicamente mexicanos.

Felicitamos a las promotoras de este evento quienes dirigen el Parque Olímpico e IMACULTA por contribuir al rescate de nuestras tradiciones y ofrecer a la ciudadanía la oportunidad de disfrutar el arte plástico, literario, de danza y música. A continuación se muestra un poema tomado del libro Árbol Adentro (1987) de Octavio Paz. Y más abajo algunas de las calaveras leídas en su memoria.


COMO QUIEN OYE LLOVER

Óyeme como quien oye llover,
ni atenta ni distraída,
pasos leves, llovizna,
agua que es aire, aire que es tiempo,
el día no acaba de irse,
la noche no llega todavía,
figuraciones de la niebla
al doblar la esquina,
figuraciones del tiempo
en el recodo de esta pausa,
óyeme como quien oye llover,
sin oírme, oyendo lo que digo
con los ojos abiertos hacia adentro,
dormida con los cinco sentidos despiertos,
llueve, pasos leves, rumor de sílabas,
aire y agua, palabras que no pesan:
lo que fuimos y somos,
los días y los años, este instante,
tiempo sin peso, pesadumbre enorme,
óyeme como quien oye llover,
relumbra el asfalto húmedo,
el vaho se levanta y camina,
la noche se abre y me mira,
eres tú y tu talle de vaho,
tú y tu cara de noche,
tú y tu pelo, lento relámpago,
cruzas la calle y entras en mi frente,
pasos de agua sobre mis párpados,
óyeme como quien oye llover,
el asfalto relumbra, tú cruzas la calle,
es la niebla errante en la noche,
como quien oye llover
es la noche dormida en tu cama,
es el oleaje de tu respiración,
tus dedos de agua mojan mi frente,
tus dedos de llama queman mis ojos,
tus dedos de aire abren los párpados del tiempo,
manar de apariciones y resurrecciones,
óyeme como quien oye llover,
pasan los años, regresan los instantes,
¿oyes tus pasos en el cuarto vecino?
no aquí ni allá: los oyes
en otro tiempo que es ahora mismo,
oye los pasos del tiempo
inventor de lugares sin peso ni sitio,
oye la lluvia correr por la terraza,
la noche ya es más noche en la arboleda,
en los follajes ha anidado el rayo,
vago jardín a la deriva
entra, tu sombra cubre esta página.


CALAVERA A OCTAVIO PAZ - Rosy Cisneros Blancas

Muy poco le duró a la Flaca
el regaño de mamá Calaca:
¡Estos hombres no se tocan…
Tráete sólo a los de cloaca!

Octavio no es de cloaca
es mexicano hasta las cachas
¿Cómo se te ocurre Flaca
traerte al señorón de las palabras?

Huy… Perdón, mamá Calaca,
se escondió en su Laberinto
y ni la soledad le sirvió de recinto,
lo encontré y lo traje de su cinto.

¿No te importaron sus premios?
¡Nobel de literatura, embajador de México!
¿Qué tenías en la cabeza?
¿Tres barriles de cerveza?

Ya ni modo, en el panteón
está su tumba bien puestita
con mil ramos de alcatraz,
descansa ya, Octavio Paz


CALAVERA A OCTAVIO PAZ - Ruth Martínez Meraz

La Calaca lo acechaba
cual banderillero al toro,
maldita embustera:
a Octavio se llevó al pozo.

Se oyen gritos de ultratumba,
—Un Nobel nos visita, abran paso.
Octavio lleva en su apellido
el honor de su descanso.




ACRÓSTICO A OCTAVIO PAZ - Ismael Rubio Torres

Ornan el cielo sus letras
Cumplida su misión quedó en la tierra
Te fuiste de esta vida, Poeta
Allá no hay Laberinto de la soledad
Vitorea su proeza la Parca
Ilustre Octavio Paz
Oro eriges en los libros.

Prolífera sonrisa en el entorno
Apogeo de indescifrables sentimientos
Zigzagueante desborde de ilusión

29 de octubre de 2008

Día de Muertos



(Fotografía: "Tumbas", Ramiro Rodríguez)

Estás sentado frente a la tumba de tu madre. Son los últimos días de octubre. Aunque la mañana está fría, decides anticipar la visita para evitar los tumultos del Día de Muertos. Sientes en tu rostro la llovizna, pero no te aparta de tus pensamientos y tu visita, más que una visita, es un escape. Mientras divagas con la mirada perdida en el pasto de la tumba de tu madre (1) el llanto muerde tu sonrisa, el arrepentimiento se hace presente. Fuiste mal hijo y te estruja, te lacera un pasado en el que la vanidad y el egoísmo fueron tu vestimenta (2). Si fuera por ti, le cambiarías el lugar a tu madre. Darías todo, hasta lo que no tienes, por verla surgir del vientre de la tierra. Cuando alguien que amas muere, una parte de ti se va con ella (3). Pero algo en ti te reconforta. Sabes que ella te perdona, que desde el espacio en que se encuentra bendice tu camino. Cede tu pesar (4) y llega la paz que sentiste en su vientre, el calor de sus manos en tu rostro, la alegría de su voz en tus oídos (5). Te pones de pie. Mañana las cosas serán distintas. (6)

Autores:
(1) Gustavo Farías
(2) Ismael Rubio Torres
(3) Anónimo
(4) Conchita Hinojosa
(5) Rosy Cisneros Blancas
(6) Ramiro Rodríguez

22 de octubre de 2008

La Llamada


(Fotografía: "Reloj en Filadelfia", Ramiro Rodríguez)

El hombre salió de su oficina con el rostro clavado en el suelo. Eran las seis de la tarde de un día cualquiera, como todos los días. Tenía el plan de llegar a casa lo antes posible para tomar la ducha que lo volvería a la vida. Como siempre, su esposa lo esperaba con la noticia del día entre las manos, el asunto de los niños y la necesidad de surtir la despensa de la semana. (1) Había llegado al auto dispuesto a soportar el tráfico a casa. Le esperaba media hora de camino, soportable sólo por un disco compacto de música clásica que solía poner para relajarse durante su trayecto. Timbró su celular. Por un momento dudó en contestar. ¿Y si era algo urgente? El registro marcaba el número telefónico de una compañera de trabajo. (2) Tenía que decidir si se aventuraba a tomar la llamada que, con certeza, no tenía implicaciones laborales. La otra opción era irse a casa, a su monótona vida. La noche terminaría con una insípida cena y alguna noticia inverosímil. “Al carajo”, pensó, “después de tanto trabajo, merezco algo de aventura”. Tomó la llamada. (3)

Autores:
(1) Ramiro Rodríguez
(2) Ruth Martínez Meraz
(3) Gustavo Farías

13 de octubre de 2008

Deducción



A Laura Torres Yáñez
Hablaste, Laura, como hablan aromas,
llegaste entre abluciones otoñales,
te encendiste en lámparas siderales
con gracia noble de infantiles bromas.

Me hiciste volver a blancos momentos,
descendiste azul cual lluvia que cae,
deduje, Laura, que Dios siempre trae
su aliento inmortal de cálidos vientos.

Autor: Ramiro Rodríguez


Imagen: rachelgj.blogspot.com