20 de mayo de 2007

La marranita que quería ser gorrión



Había una vez una simpática marranita que habitaba en una de las granjas más prósperas de la región. Pero nuestra amiga estaba inconforme con las características que la naturaleza le había destinado. Su nombre era Rechoncha y soñaba tener la melodiosa voz del gorrión, soñaba cantar melodías de amor frente a un público maravilloso que le aplaudiera de pie hasta el cansancio por su magnífica interpretación, soñaba robar los corazones del auditorio en un arrebato de euforia sublime donde la estrella de la noche sería sólo ella.

La guapa marranita sentía que no pertenecía al chiquero que la vio crecer, donde todos los miembros de su familia sólo sabían gruñir y revolcarse en las aguas puercas del fango, comer y dormir durante largas horas. Así que un buen día decidió unirse al Grupo de Canto para Cerditos más conocido de la región. Cuando llegó a la agrupación artística, los demás porcinos la recibieron con aplausos, elogios y lisonjas, aunque no faltó alguna colega que pensara en lo inapropiado y el mal gusto de su vestimenta, ya que ella era coqueta y sensual en su manera de vestir.

Durante un buen tiempo, Rechoncha cultivó el arte de la voz privilegiada y aprendió algunos trucos discretos de compañeros marranitos para lograr una mejor interpretación al momento de subir a un escenario.

Después de largas semanas de práctica continua, el esperado día llegó. El Grupo de Canto para Cerditos presentaba un espectacular concierto que reunía la crema y nata del canto en las rancherías aledañas. La marranita estaba muy contenta porque la noche de sus sueños al fin había llegado. Ahora podría regresar a su chiquero, llena de soberbia, de displicencia y vanidad, por haber logrado el triunfo que ninguna otra marranita hubiera alcanzado alguna vez en la historia de la familia.

Cuando le tocó turno para su intervención en el concierto, la sonoridad de los aplausos del público no se hizo esperar. Los demás animalitos de las granjas deseaban escuchar con ansiedad morbosa el canto de Rechoncha, ya que la publicidad para el concierto de esa noche la presentaba como “la inconfundible voz de gorrión”.

Rechoncha inició su melodía moviendo sus patitas delanteras al compás de su interpretación. Ella estaba segura de que su voz había superado las expectativas propias y eso la mantuvo con una sonrisa brillante y más guapa y sexy que nunca. Nada pudo convencerla de lo contrario, nada pudo terminar con su obcecada vanidad, ni siquiera cuando al felicitarla después del concierto, los animalitos que estuvieron entre el público le decían:

—¡Qué bonito gruñes, Rechoncha!


Imagen: edupics.com