"Érase un hombre a una nariz pegado"
Francisco de Quevedo y Villegas
pero no un hombre, eran once creyentes,
uno de ellos no era tan prominente
mas los otros diez rompían los párpados.
Eran once hombres tan desorientados
buscando victoria a contracorriente,
confiando en las dádivas de la suerte
quedaron pronto fuera del estadio.
Once hombres con sus relojes de sol,
hombres de azul, olvidados de Dios,
que a Italia regresaron sin trofeo.
Eran once pirámides de Egipto
que vieron llanto enredado en el frío
al ser vencidos sin mayor defecto.
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